jueves, 17 de enero de 2013

Un héroe de ciudad.


Siempre creí que desde pequeño uno se forja el destino que desea, y que su futuro básicamente se basa en eso, en lo que uno elije ser.
Después de un tiempo, pude darme cuenta que el destino y el futuro que uno elije puede cambiarse.
A mi, no me tocaron varias opciones para elegir que iba a hacer. Digamos que no crecí en un lugar apacible en donde crecen la mayoría de los chicos, yo era de esa minoría que paso su infancia en los lugares más inseguros de Buenos Aires. Nací y me críe en una pequeña villa de emergencia.
Claro que eso no me impidió que sueñe con viajar a la parte más linda del mundo, o creer que en un futuro todo seria mejor para mi familia y para mí. Pero lamentablemente esos sueños se fueron desvaneciendo a medida que fui creciendo, a medida que el tiempo pasaba fui dándome cuenta que era una boca más en mi familia y que eso no era bueno, era un gasto, gasto en comida, en ropa, y cosas que un niño necesita.
Al existir estos gastos en mi casa, todo era escaso, era escaso el dinero, la comida, la ropa, no alcanzaba para todo, solo para un tercio de todo lo que necesitábamos.
Fue por eso que con solo trece años decidí ir a buscar empleo y así poder ayudar aportando algo de dinero, pero hiciera lo que hiciera, con la edad que tenía no lograría trabajar en ningún lado.
Sin empleo, volví al barrio. Fue en ese momento donde me encontré con un amigo mío de hace ya varios años, se podría decir que nacimos juntos, un compañero de toda la vida. Pero que va, solo me trajo problemas haberle echo caso.
Me pregunto si quería conseguir dinero, mi respuesta fue claramente un si. ¿De donde sacaríamos ese dinero? Robando.
Fue así como me agarraron en Avenida Corrientes dos policías, justo en el momento donde le arrebataba la cartera a una anciana mayor, también fue en ese momento cuando me di cuenta que a quien yo creía un compañero de toda la vida, me abandono sin dejar rastro alguno.
Volví a casa con mi madre, era obvio que cuando llegara me esperaba una gran tunda después de lo que había echo.
Pero no fue la primera y ultima vez que hacia algo así. Seguí robando una y otra vez, mintiéndole a mi vieja de que había conseguido por fin un trabajo donde no se fijaban si tenías el secundario completo o no.
Cinco años después cumpliría la mayoría de edad, mis entradas y salidas transitorias entre las diferentes comisarías de la zona, ya no seria lo mismo. Esta vez si cometía un error, podría quedar encerrado por un largo tiempo.
Lamentablemente ese error sucedió, y fue así como quede encerrado hasta la edad de veintitrés años. Me dejaron salir un año antes por la buena conducta que tenia en aquel lugar. Durante todos esos años de exilio, esos años de estar solo si nadie a mi lado, pude reflexionar, me di cuenta que era un ladrón, alguien que ni siquiera merecía vivir después de los actos que cometí.
Al salir, fui hasta mi barrio, a ver a mi familia nuevamente, pues, ellos no esperaban que saliera tan pronto. Hace bastante no los veía, de un día para el otro dejaron de visitarme sin más.
Al llegar donde estaba mi casa, vi que esta estaba en malas condiciones, la habían prendido fuego. Los vecinos que pudieron reconocerme, me dijeron que cuando caí preso, personas en busca de justicia por los crímenes que había cometido prendieron fuego todo y con un arma le quitaron la vida a cada integrante de mi familia.
Entre en mi casa echa pedazos, me arrodille y lloré. Invadido por una furia tremenda, ¿Esto era lo que un criminal debía pagar por sus crímenes? ¿La muerte de toda su familia?
En un viejo armario quemado, había una caja de hierro que el fuego no pudo quemar, en su interior, un buzo bastante grande, unos pantalones, varias armas y una simple nota.
“Sal de aquí y haz justicia por los vivos, por ti mismo, no por los muertos. Estamos bien.”
Era como una nota consuelo. Pero dentro de mi nada podía consolarme, había una ira gigantesca, ¿Habrían escrito esa nota por que sabían lo que venia? Todavía los extraño.
Me puse los pantalones, tome las armas y el buzo. Salí a la calle.
Dentro de mí estaba esa sensación que sentía cuando salía a robar, pero era distinto. Sentía que estaba cambiando mi destino, eso que creía imposible, por fin estaba pasando, solo queda saber que me depara mi futuro después de esto que elegí.
Esta vez me veía otra vez en Avenida Corrientes, otra vez una anciana, pero esta vez no era yo el que estaba robándole, esta vez, estaba defendiéndola, esta vez, yo no era el criminal…

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