jueves, 4 de septiembre de 2014

Perfección.

Aquella noche, un centenar de ángeles escaparon del cielo para venir a la tierra y quedarse en ella para siempre.
Ni el ser humano más ateo podía creerlo, pero sin dudas, estaba pasando, los ángeles estaban en la tierra, aquellos seres alados, tan libres, llenos de fe, bondad y por sobre todas las cosas, llenos de amor, estaban allí frente a sus ojos. Cansados de que el hombre se equivocara, de que el hombre destruya la tierra y todo lo que lo rodeaba, sin que nadie hiciera nada para pararlo, se escaparon de los cielos para terminar con tanto odio, tanta violencia, tanto mal que rodeaba a las personas.
Ahí estaba, la alianza más pura que podría existir, las personas y los ángeles viviendo juntos, nada más y nada menos. La tierra cambiaba, las cosas cambiaban, aquellos seres habían logrado lo que realmente querían, lo que traían en sus mentes estaba pasando en la tierra, lo que pensaban estaba pasando al fin, aquello que pudieron robar del cielo estaba entre los seres humanos, aquello tenía el nombre de Perfección. ¿Un mundo perfecto?, por favor, ni aunque el escritor más famoso del mundo logre escribirlo, la perfección no existe, y si existe, puedo jurarles que no es por mucho tiempo. Es aquí cuando la historia da un giro inesperado en tan solo una persona.
La tierra era al fin un lugar lleno de aquella cosa llamada Perfección, basta de peleas, basta de robos, basta de todas aquellas cosas malas. Los ángeles vivían entre las personas y eso parecía ser lo más normal. Pero las cosas empezaban a tornarse malas, cuando los ángeles se preocuparon por aquel extraño hombre que les estaba cortando sus alas, convirtiéndolos en mortales y quitando muy de a poco el perfeccionismo del mundo.
La Realidad había invadido el corazón de aquel humano, cambiándole aquel pensamiento que los ángeles habían metido tanto en su cabeza, aquel joven empezó de a poco a cortarles sus alas, empezaba a cortar la perfección. Aquellos malditos ángeles lograron esparcir la Perfección por todo el mundo, pero él no iba a parar hasta cortarle las alas a todos, absolutamente todos los ángeles que estuvieran en la tierra, así tuviera que recorrerse todo el mundo, iba a terminar con cada uno de ellos.
El mundo empeoraba, las cosas marchaban mal, los ángeles temían, las personas cambiaban sus formas de pensar, la Realidad estaba frente a ellos.
El joven asesino de ángeles estaba terminando con cada uno de ellos, sus alas, su bondad, su amor, todo se iba volando luego de sentir el filo de aquel frío cuchillo. Quedaban menos de la mitad de todos aquellos ángeles que bajaron a la tierra, y su plan de quedarse para siempre con los humanos se desmoronaba, la tierra tomaba un rumbo diferente, aquel mundo perfecto que algún día soñaron, ya no existía. Empezaba a existir el miedo, la violencia, la maldad y demás cosas que antes estaban, pero ahora volvían para hacerse más fuertes que nunca.
El miedo estaba en todos aquellos pocos ángeles que quedaban, aquel miedo logro hacer que se marcharan para no volver, y con ellos se llevaron aquello que robaron una vez para creer que la humanidad podría salvarse, aquello que llevaron para que todo este bien, se lo llevaban nuevamente al cielo.
Fue así como la Perfección abandonó la tierra para nunca más volver, aquella realidad que es tan difícil de ver estaba entre los humanos, pero también estaban aquellos ángeles que se quedaron sin alas, aquellas personas tan buenas aún allí estaban, ya no eran ángeles, no, pero eran lo más bueno que quedaba en la tierra, eran lo más cercano a una perfección que esta muy lejos todavía.
Nunca más volvieron a bajar del cielo, y la tierra jamás volvió a ser perfecta. Un pedacito de Perfección quedó en lo más fondo de cada ser humano, pero ya no existe un mundo perfecto, sin ahora buscarlo.

jueves, 7 de agosto de 2014

La espera.

— ¿Me amas? —Le pregunto ella cuando la abrazo.
—Te amo, pero no puedo seguir esperándote mi amor. —Le respondió.
—No me dejes.
Él estuvo con ella por más de dos años, esperándola. Desde que la conoció toda su vida cambió, hacia lo que sea por ella, podría pasar un huracán, pero él siempre la esperaría.
Ella lo veía y se enamoraba cada vez más, le encantaba, pero no podía apurarse, todo a su debido tiempo, todo a su debido tiempo.
—No voy a volver, no más. —Dijo él con lágrimas en sus ojos.
—Todavia no, por favor.
En la cabeza de ella se pasaban todas las cosas que habían vivido juntos, él le llevaba el desayuno, el almuerzo y la cena a la cama siempre, la amaba, la mimaba, la hacia sentir única, realmente lo era. Le contaba sus días y lo mucho que la extrañaba cuando no la veía, la enamoro con su forma de ser, hizo muchísimo por ella y hoy la estaba dejando sola.
Todavia recordaba aquella primera vez cuando lo escucho llegar, tan lindo, tan cortes y tan tierno. Recordaba aquellas cosas que le decía al oído, que no la iba a dejar jamás, que cuando todo esto pasase él seria su esposo y serian felices por siempre, que no le gustaba esperar, que no iba a aceptar un no como respuesta y que aunque tuviera que esperarla una eternidad, lo haría.
— ¡POR FAVOR, NO ME DEJES!, ¡TODAVIA NO!
Por su parte, él estaba cansado, había esperado demasiado, le dolía, pero no podía seguir esperando algo de alguien que no obtuvo nada por más de dos años, dio todo de si, hizo todo lo posible y por haber, y nada, nada de nada. Era hora de darse por vencido, de decir basta, las cosas no iban a resultar, el tiempo pasaba y él no podía dejarlo pasar y no hacer absolutamente nada con el maldito tiempo, tic-tac-tic-tac-tic-tac, el tiempo corría cada vez más rápido, la vida se pasaba volando.
Sin embargo, y a pesar de perder mucho tiempo, nunca se iría a arrepentir de todo el tiempo invertido en esa persona, en aquella casualidad, por que, sin dudas fue una casualidad. Él se había curado de algo anterior, y justo en eso apareció ella para darle vuelta su mundo, fue entonces cuando desde hace más de dos años, quizás casi tres, él nunca se despego de ella.
Hace unos días, un familiar de ella lo llamó y le dijo lo que sucedía, que la despidiera, que ya no la volvería a ver, había pasado mucho tiempo y nadie, absolutamente nadie obtenía una respuesta.
Con lágrimas en sus ojos, y un gran dolor en su pecho, le tomo la mano y un segundo después la abrazo muy fuerte.
—Te amo, pero no puedo seguir esperándote mi amor. —Se acercó a su oído— Me hubiera encantado que me conocieras, espero que me hayas escuchado al menos una vez.
Y sin más, la dejó de abrazar y solamente tomo su mano.
—Todavia no. —Seguía diciendo ella, pero nadie la oía.
Justo cuando aquel medico estaba por desconectar su respirador, ella despertó.
Lo miró con una mirada llena de felicidad, y con pequeñas fuerzas dijo: Ya basta de esperar.
Y ambos se conocieron.

lunes, 7 de julio de 2014

Miedos.

Espero que la suerte este de mi lado a la hora de escribir esto, espero ya no asustarme. Esta todo oscuro, pero venga, siga leyendo y no suelte mi mano, voy a llevarlo a un lugar más oscuro aún y recuerde, pase lo que pase, no suelte mi mano, por que no habrá retorno una vez que comience con la lectura.
Eran las seis de la tarde, pero parecían las ocho, en invierno oscurecía bastante rápido. Estábamos volviendo desde el polideportivo hasta la estación de Calzada, nos íbamos para lo de Lucas, a su nueva casa, estaba por fin viviendo solo y teníamos que ir a pasar una noche entre amigos, nada más y nada menos. Todo estaba bastante bien, éramos mayores, trabajábamos y ganábamos un sueldo, no mucho pero no muy poco, por ende, las reuniones eran perfectas, desde que todos trabajamos, nunca nos faltaba plata para comprar lo que deseáramos, alcohol, comida, en fin, todas las cosas que nunca faltan cuando uno se reúne con los amigos. Venía el colectivo.
Nos subimos al 514 que va a Adrogue, pagamos el boleto con la SUBE y fuimos charlando con Rodrigo. Nos bajamos en la estación de Adrogue y caminamos hasta lo de Lucas.
Nos enseño la casa, por que varios no habían llegado todavía, muy pocos somos puntuales a la hora de juntarnos. Era una linda casa, pequeña, pero muy grande a la vez, ya saben, esa sensación de tener una casa para si solo es indescriptible. Lo único que diferenciaba la casa de Lucas de las nuestras, los pocos que vivimos solos, era que tenía un sótano debajo de ella, pequeño. Allí había un congelador, dejamos la bebida. Pero además de eso, en aquel sótano, se encontraba una especie de escotilla en el suelo, le preguntamos a Lucas que era, pero no sabía contestarnos, no hacia ni una semana de que se había mudado. Todo se apagó.
Se oyó un ruido y la luz volvió otra vez, esta vez la escotilla estaba abierta, nos miramos los tres y nos reímos, pero era una risa nerviosa. La cerramos y volvimos arriba. En mi cabeza no salía la idea de que esa cosa se había abierto, llegaron los chicos y fue cuestión de tiempo para que me olvidase de ese tonto pensamiento.
Las cervezas se habían terminado y ahora me tocaba a mí bajar a buscar más. Apenas bajé recordé lo que paso cuando llegamos, recordé la maldita idea que tuve, apenas bajé la escotilla estaba abierta, otra vez. Intente no mirar, pero la curiosidad me invadió, me acerqué y allí estaba, todo oscuro, parecía un pozo. Saqué mi celular y prendí el flash de la cámara para alumbrar, pero nada, oscuridad pura. Ignore todo eso y me volví hacia el congelador otra vez, pero en ese momento todo se volvió oscuro, el congelador desapareció y un gran payaso, una araña, un loco con una sierra me rodearon, eran gigantes. Era como si todas las cosas que me provocaban miedo se encontrasen allí, era el pozo.
Se acercaban y yo estando ya de rodillas me daba por vencido, estaba entregado al miedo, todas esas cosas no me dejaban en paz. Aquel pozo provoco todo eso, aquel pozo, pensé y me levanté decidido, sin miedo, miraba a todas esas cosas que me rodeaban, las miraba sin miedo, sin asustarme. Las miraba mientras se hacían más pequeñas y yo me hacia más grande, la escotilla se cerró y esa oscuridad totalmente negra desapareció. Me senté en un rincón y me largué a llorar, Lucas fue a buscarme y prometió no decir nada de que me encontró llorando. Les conté lo que pasó, pero nadie me creyó, pensaban que había tomado mucho, pero yo sabia que no era así.
Cuando volví a casa me puse a investigar, y logre encontrar algo, aquella escotilla, casi invisible, que pasa desapercibida por todos, era un pozo en donde vivía el miedo más grande de todos, se alimentaba de muchos más miedos, conocía cada miedo de cada persona y lo ponía enfrente de uno para que uno tema cada vez que esto pasaba. ¿No le tenes miedo a nada?, ¿Estas seguro? Eso pensaba yo, hasta el momento cuando aquella cosa se abrió.
No se vive con miedo, pero no se ocultan tampoco, ni pueden disimularse, en cualquier momento aquel pozo de los miedos va hacer darte cuenta, al menos por un momento, que las cosas que te dan miedo, aquellas pequeñas o grandes cosas, pueden ser más fuertes que vos si no te paras y los enfrentas de una vez por todas.

sábado, 17 de mayo de 2014

Invisible.

Detrás de cada mascara hay una cara, detrás de cada cara hay una persona, y detrás de cada persona hay una historia.
Federico tenia una mascara de piedra, o de cualquier material duro, pero que no llegaba a romperse, nadie veía su cara. Una mascara con la que tuvo que cargar desde que es pequeño y la cual se iba a romper en el último año de secundaria.
Desde que tiene memoria en el curso lo han tomado de punto, el que es usado para todas las bromas, el que es culpado de todo, ese es Federico. Aunque la mayor parte del día se la pase sentado en su banco sin hacer nada, sin molestar a nadie, él sabe que es el centro del aula, pero el centro de la burla, de las risas y los prejuicios. Solo calla y sonríe, solo calla y sonríe, como ha sido siempre. Se dibuja una falsa sonrisa en su cara en la que detrás hay miles de sentimientos que solo el conoce.
Su padre trabaja todo el día y vuelve cuando el ya se encuentra dormido, su madre vive a mil por horas, quizás lo escucha, pero no le presta atención. Si le prestaran la atención necesaria, creo que hasta todo el barrio sabría el por que llevaba aquel ojo morado la semana pasada, pero no es así, Federico es invisible. Sus notas eran buenas, su desempeño escolar mejor aun, siempre estaba dispuesto a hacer cualquier tarea que se le asignaba, ¿Quién pensaría que tendría problemas?, ese era el problema, nadie pensaba en el, nadie pensaba que se escondía detrás de aquella falsa sonrisa que llevaba todos los días.
Otro día y se levanta, con su ojo morado y todo, se vuelve a poner aquella mascara, aquella sonrisa poco convincente, prepara su mochila y vuelve con miedo hasta la escuela, quiere irse, sabe que a la salida le van a pegar de a cinco, por el solo hecho de divertirse, sabe que van a cargarlo por sus anteojos o quizás por solo hablar, por solo estar allí, sabe que todo eso va a pasar, sabe que todos los días van a ser iguales hasta que se termine la maldita secundaria, hasta terminar esa maldita escuela. Vuelve a su casa y se borra esa sonrisa, llenándose su cuarto de lágrimas y gritos que solo el escucha, piensa en vengarse, pero no es lo correcto, piensa en hablar con sus padres, pero sabe que como siempre, van a estar muy ocupados para escucharlo, sabe que es invisible.
Aquella mascara de piedra, esta empezando a tener pequeñas grietas, empieza a romperse, en su sonrisa se muestra tristeza, pero siguen sin verlo, nadie lo ve. Sus notas bajan, y cada vez tiene menos ganas de ir hasta la escuela, su cuerpo se encuentra molido y en su cabeza solo escucha los insultos de sus compañeros y sus risas, sus crueles risas. Lo único que piensa es en el tiempo, solo quiere que se pase rápido todo aquel infierno, y terminar con todo, no ver a ninguno de sus compañeros nunca.
Tiene miedo. Hablar con la directora no es una opción, si hace eso, las golpizas serán más fuertes y solo va a ser más rechazado que ahora. Tiene mucho miedo, esta confundido, no hace nada, pero las burlas se encuentran igual, es buena persona, él sabe que es buena persona, solo quiere que todo esto acabe.
Una tarde decide acabar con todo esto, decide acabar con su confusión, con su tristeza, se quita la mascara y muestra su cara, su historia es turbia, amarga y fea. No es una historia que quisiera contar. Toma la corbata de su uniforme y se encierra en su cuarto solo. Sus lágrimas, gritos y quejas que solo el escuchaba ya no se escuchan, los consejos que su padre nunca le dio y la atención que su madre nunca le presto, ahora están encerrados en aquella corbata mal anudada como para usarse.
Él solo escucha las risas, las palabras y los golpes de sus compañeros que le duelen como la primera vez.
Es cuestión de un salto, y de un momento a otro, todo se vuelve oscuro y nada más se escucha. Federico era invisible de todas formas.

jueves, 3 de abril de 2014

Dos.

Abrió los ojos. Se encontraba en su habitación, como siempre. Su cuerpo estaba molido, el dolor era abrumador, era uno de esos días en donde no sabía por que su cuerpo estaba así. Eran las diez de la mañana.
Fue hasta la panadería y vio que estaba cerrada y con una cinta de clausura en su persiana de metal y cinta policial. Le pareció raro, hasta ayer todo andaba bien. Tendría que irse sin comer sus dos medialunas de desayuno.
Se tomó el Subte y se dirigió hasta la ciudad, iba a su trabajo. Trataba de recordar que había sucedido la noche anterior, pero ni un solo recuerdo aparecía en su cabeza inundada de un dolor inmenso. Al bajar del Subte se fue primero hasta la farmacia a comprar unas aspirinas y luego entro a su trabajo. Era diseñador gráfico.
Fue una jornada de trabajo bastante movida, tenia varios diseños que terminar y entregar.
Alrededor de las cuatro de la tarde, fue hasta la maquina de café y se tomo uno. Volvió hasta su oficina y se arremango su camisa celeste. Fue entonces cuando en su brazo izquierdo noto unas marcas de pequeños puntitos, eran las marcas de alguna jeringa, o quizás varias. Seguía sin recordar nada.
Al salir del trabajo, notó que dos hombres con sobretodo y sombrero estaban esperando en la puerta. Lo esperaban a él. Comenzó a caminar, pero fue cuestión de segundos para que los dos hombres se pusieran a su lado. Escoltándolo.
— ¿Qué quieren? ¿Quiénes son? —Les preguntó y trato de zafarse, pero fue inútil.
—Señor, tiene que acompañarnos, es por su bien, lo siento— Y le pegaron muy fuerte en la cabeza. Todo se volvió muy oscuro.
Se despertó atado a una silla. Intentaba a cada momento desatar el nudo que lo tenía pegado a ella.
—Ya no intentes. Es el fin, nos equivocamos en vos. Nos equivocamos en serio, no hay más salida de esto que matarte flaco. —Le decían.
—No, por favor, no entiendo que pasa, no soy el que buscan, seguramente están equivocados.
—No. Sos vos al que buscábamos. No podes seguir dejándote ahí afuera matando a tanta gente. Los dueños de la panadería fueron y son las últimas personas que mataste. Ya no más. Nos equivocamos feo.
— ¿Elsa y Jorge?, ¿Qué yo los mate? —Decía mientras se desataba el nudo de aquella gruesa soga. Lo logro.
—Fue inútil. El suero no sirvió en tu cuerpo. No pensamos que iba a resultar tan hostilmente. —Levantó el arma y poso su dedo sobre el gatillo— Realmente lo siento.
Pero ya era tarde. Se había desatado y aquellos dos hombres estaban en peligro. Todo se volvió oscuro nuevamente.
Despertó en su casa nuevamente. Su cuerpo seguía adolorido y su mente sin recuerdos nuevamente.
Se preparo y salio hasta la panadería. Estaba cerrada y con una cinta de clausura y cinta policial. Le pareció raro. Tendría que irse al trabajo sin comer sus dos medialunas de desayuno. Pasó por la garita de diarios y compro uno. En la tapa se leía:

“Dos hombres fueron encontrados muertos en la habitación de un hotel. Se presume que el asesino aun sigue suelto y que podría estar vinculado con el asesinato de dueños de una pequeño panadería”

—Cada vez peor las cosas en este país. —Dijo y espero el Subte en la estación para ir nuevamente hasta su trabajo.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Él.

Necesito ayuda, por favor, necesito sacarme esta enfermedad de encima.
El muy maldito sigue allí, como si nada, mientras yo estoy en mi habitación escribiendo esto. No voy a mentir, tengo muchas ganas de ir y estar allí con él, pero no puedo, ya no puedo, debo parar, todo esto debe parar.
Siempre estuvo allí, desde que tengo memoria estuvo allí, solamente haciendo que todos se vuelvan completamente enfermos, esclavos de él.
Ya no quiero estar allí con él. Ahora me confunde, no sé si puedo creerle o no, un día me dice una cosa, y al otro me dice todo lo contrario.
Todo esto me esta volviendo completamente loco.
Pensé en la posibilidad de irme bien lejos, y olvidarme de él, pero no puedo, debo consumirlo. Es un placer, es lo que llega a completarme. Cuando vuelvo cansado del trabajo, él es lo único que puede sacarme una sonrisa.
¿Para que voy a salir a las calles? ¡Vamos, solamente para trabajar!, luego esta él para contarme absolutamente todo.
Lo que más me cuesta, es ver que absolutamente toda mi familia es adicta a él, que todos nos consumimos, nos encerramos en la casa y nos ponemos a su alrededor para consumir todo de él.
La vieja biblioteca de la casa, parece estar hace tiempo sin usarse, el polvo lo delata. Pero no importa, los estúpidos libros son cosas del pasado, ya no sirven. A nadie le interesa consumir un maldito libro en estos tiempos. Él no permite eso, no.
Somos esclavos de sus imágenes, de sus palabras, de sus decisiones divididas, de sus propagandas. Somos esclavos de un aparato.
Detrás de la puerta de mi habitación están todos en un estado zombi, sin cerebros, con los ojos puestos solo en él. Temo a que la punta del lápiz al posarse sobre el papel haga demasiado ruido y alguien se entere que estoy escribiendo esto y me llevan nuevamente hacia el living a estar allí con ese maldito que consume lentamente nuestras vidas.
Eh oído por ahí, que afuera las tardes son soleadas y que a veces las brisas son realmente hermosas, que se puede oler en el aire un olor único, el olor de la libertad, a los árboles y en invierno el olor de las hojas secas, que hay fuera una gran cantidad de sonidos que son bellísimos, como el cantar de los pájaros o el ruido de una bicicleta andando, conducida por uno de esos pocos que lograron salir de todo esto.
Siento que me enfermo cada día más estando cerca de él, siento que voy perdiendo la cordura muy de a poco.
Mi mochila esta lista, robe unos cuantos libros de la vieja biblioteca y algunas hojas para escribir o dibujar. La puerta se encuentra abierta, necesito salir a ver todas esas maravillas que me contaron, ya no puedo estar aquí encerrado, la puerta esta abierta.
Voy a hacerlo, puede que él este allí mirando que voy a salir, puede que me tiente ir y verlo, pero ya no quiero caer en eso, no otra vez.
Me iré de una vez por todas. Iré a ver si puedo ser una de esas personas que logran salir de esto.
Basta de encierro, basta de esto. Es hora de volver a ver el sol nuevamente.
No volveré a ser esclavo de aquel maldito televisor. No más.

jueves, 6 de marzo de 2014

Ana.

“Necesito adelgazar más”, decía mientras se miraba al espejo. A su lado se encontraba Ana, hace un año la acompañaba en este jodido viaje de tener el cuerpo perfecto.
“Necesito verme más hermosa” decía mientras algunas lagrimas caían de sus ojos. Ana solamente la observaba y en su rostro se formaba una sádica sonrisa.
No fue Ana quien la convenció para empezar a verse bien, no. Fueron la televisión y las revistas, esas cosas que nos venden personas perfectas, con cuerpos perfectos y sin defectos, gente sin problemas. Priscila solo quería ser una modelo igual que esas que aparecen en las revistas y tele.
También había un factor muy importante que hacia que Priscila se hiciera mejor amiga de Ana, pues, vivimos en una sociedad que califica a las “Mejores” personas como personas flacas, hermosas, perfectas. Vivimos en una sociedad que esta llena de estereotipos de personas, donde pareciera, que si no seguís estos estereotipos, no entras en el lugar de una “persona copada”. Vivimos en una sociedad en donde tener un par de kilos de más o vivir de una forma diferente a la del resto, es motivo suficiente para echarte de la misma sociedad y aislarte del sistema.
Ana se había acercado a Priscila como una salida a su problema de peso, ella la ayudaría. Priscila, una victima desesperada y vulnerable, a la cual la idea de bajar unos cuantos kilos le vendría bastante bien, acepto ser amiga de Ana.
Fue una tarde de enero cuando Ana le susurro al oído a Priscila, “No debes comer mucho si quieres ser una modelo”. Priscila empezaba a dejar de comer, y fue esa misma noche, aquel mismo día, cuando Ana le enseño a Priscila la manera de sacar de su cuerpo aquello que había comido de más y que hacia que ella “engordara”.
La niña de 16 años metió sus dedos en su boca y largo en el baño aquello que según Ana, hacia tanto mal a su cuerpo. Ana sonreía, y miraba, se reía y bailaba detrás de ella como loca de felicidad.
Los meses pasaban y Priscila se veía cada vez más delgada, su madre le insistía en comer, y ella lo hacia, pero luego se encontraba nuevamente en el baño vomitando la comida que había comido hace no más de media o una hora.
“¡Pero que flaca estas!”, decían todos al ver el pasar de los meses.
Ella se miraba al espejo y aun estaba gorda. Bajaba kilos en grandes cantidades y seguía igual. ¡ELLA SE VEIA MALDITAMENTE IGUAL!
Los meses continuaban pasando y Ana seguía con ella, era la única “Amiga” que estaba a su lado.
En el espejo se encontraba siempre la misma Priscila, pero del otro lado estaba la Priscila que tan solo pesaba no más de 30 Kg. Se encontraba la Priscila que vivía metiéndose los dedos en la garganta, lastimándose para verse bien, linda.
Fue entonces cuando el cuerpo de Priscila se volvió tan vulnerable a varias enfermedades, por falta de varios nutrientes y demás cosas que el cuerpo necesita, que pesco una que acabaría por completo con ella. No importaba que pasara, Ana seguía allí. Observando, riéndose descaradamente de su amiga.
Paso tan solo un mes para que Priscila abandonara este mundo. Para que su cuerpo sea más que un saco de huesos envuelto en piel.
Tan solo quería parecerse a lo que nos muestran hoy en día, tan solo quería ser perfecta como todas las modelos, como todas aquellas chicas que nos muestran la televisión y las revistas.
Ana asistió a su funeral, y tan solo río, río en voz muy fuerte, y se marcho. Se marcho a buscar una nueva “Amiga” con quien jugar, con quien pasar el tiempo, se marcho a ver como otra joven se suicida bajando de peso, sabiendo que nunca va a poder ser igual que lo que nos muestran todos los días los medios.

lunes, 20 de enero de 2014

Hantios.

Las luces de la casa se apagaron totalmente, alguien había corrompido en ella dejando a todas las habitaciones sin luz alguna. Caminé hasta el comedor para agarrar una linterna y así alumbrar los generadores de luz de la casa, seguramente allí estaba el problema.
Abrí la puerta trasera y camine hasta los generadores que se encontraban a tan solo un par de metros, estaban totalmente rotos, como si algo los hubiese rasgado y roto de un solo golpe. Fue entonces cuando alumbre hacia la puerta y pude ver que algo de un diminuto tamaño entraba en la casa, había caído en su trampa.
Cuando entre en la casa, iluminando el teléfono que esta en el lavadero, pude notar que hasta la línea del teléfono se encontraba rota. Me encontraba sin luz, sin comunicación alguna, sin nada, y con aquella o aquellas criaturas dando vuelta por los pasillos y los cuartos de la casa.
Tenia en claro que debía hacer, tendría que ir a esconderme en el sótano, hasta que aquella cosa se fuera de casa, hasta que se encendiera el mañana y saliera el sol, sin hacer el más mínimo ruido. La linterna tenia en su lomo un medidor de energía que mostraba cuanto de energía me quedaba para iluminar, recuerdo que fui a comprarla a la ciudad R.C-001, por si alguna vez pasaba esto de quedarme sin luz.
Si hay algo que no les gusta a estos bichos, es la luz. Por esa misma razón antes de atacar a sus victimas dejan la casa totalmente a oscuras.
No tendría un arma, ni nada por el estilo, pero al menos tenia una linterna, y se que con al menos ese pequeño destello de luz los mantendría al menos un rato alejados de mi.
Me quedaba menos de la mitad de la batería, había olvidado cargarla.
Los pasillos de la casa, que sin dudas hice que la construyeran gigantesca, sola para mi, se hacían interminables y la batería de la linterna se me acababa, en ese momento se me ocurría pensar que hubiera sido mejor haber construido una casa de menor tamaño, pero ya no había tiempo de arrepentirse y menos en una situación donde las bolas de pelos come sangre se encontraban dando vueltas en la casa.
Las bolas de pelo come sangre, más conocidas como Hantios, solían ser conocidas mucho antes de que la ciencia y la tecnología avanzaran, desde el año 2030 hasta hoy, como simples “Ovejas”.
Justo en el pasillo se me apago la luz, la batería estaba muerta. Mi respiración se agitaba cada vez más y la adrenalina invadía mi cuerpo. Me encontraba a tan solo pasos del sótano. Debía pasar por dos largos pasillos hasta aquella puerta que podía salvarme la vida.
Camine y las maderas de aquel piso hacían un rechinido cada tanto, que me delataban ante los Hantios y me ponían más nerviosa. Los pasillos se me hacían interminables.
Los Hantios suelen atacar con más frecuencia a aquellas personas que suelen vivir solas, o por alguno motivo se encuentran solas en casa. La tecnología avanzaba en el 2030 y los experimentos se realizaban en varios animales, pero los que se volvieron realmente hostiles fueron las “Ovejas” que existieron hasta el 2032 aproximadamente, luego se transformaron todas en Hantios, bestias inteligentes, y con hambre de sangre humana, nada más y nada menos.
Recordaba a las ovejas, tuve una experiencia con una de ellas en algún momento de mi vida, pero no muy buena. La cosa es que mi papá tenia cabañas en Entre Ríos, era una zona media campo, los vecinos de al lado tenían una nena que en aquel momento tendría cinco años, esa nena tenia una “Mascota”, una oveja que se llamaba “Bebe”, a todos les gustaba la oveja, Rodrigo, mi hermano, le daba de comer y todo, a mi mucho no me iban los animales y me daba igual, pero una tarde, no entendia que le paso a Bebe, que se me acerco, a mi me dio miedo y empecé a correr, pero ella me siguió y me dejo arrinconada contra la pared, fue entonces cuando aquella oveja me empezó a dar cabezazos en las rodillas y no paro hasta que Rodrigo le dio comida.
Desde ese entonces, nunca más quise ver a una oveja, pero luego de que se transformaran en Hantios, nunca me imagine que estarían invadiendo mi casa para devorarme. Quizá aquella oveja, quizás “Bebe” se estaba por convertir en una de esas bestias, quizás allá ido a buscarme a casa ahora que vivía sola.
Pero no había tiempo para recordar, ni para pensar que seria de Bebe ahora, solo tenia que llegar hasta la puerta del sótano.
Llegue y abrí la puerta, no podía creerlo, allí estaba, en el sótano, me había salvado por muy poco, pero al fin y al cabo, allí estaba.
A la mañana siguiente pude recién salir de aquel cuarto. Cuando lo hice la casa estaba revuelta, dada vuela por completo, era hora de mudarse nuevamente, era hora de irse nuevamente a la ciudad y olvidar la tonta idea de vivir en el campo apartada de tanta tecnología y tanto ruido. Prefería mil veces el ruido y las molestias de la ciudad a que entrasen nuevamente en mi casa aquellas cosas.
Pero sin embargo, logre entender que Bebe había estado allí y me estaba buscando, quizás aun me busque, pero no podrá en la iluminada ciudad.
En la pared con rasguidos se encontraba escrito: “Te olvidaste de Entre Rios?”