jueves, 3 de abril de 2014

Dos.

Abrió los ojos. Se encontraba en su habitación, como siempre. Su cuerpo estaba molido, el dolor era abrumador, era uno de esos días en donde no sabía por que su cuerpo estaba así. Eran las diez de la mañana.
Fue hasta la panadería y vio que estaba cerrada y con una cinta de clausura en su persiana de metal y cinta policial. Le pareció raro, hasta ayer todo andaba bien. Tendría que irse sin comer sus dos medialunas de desayuno.
Se tomó el Subte y se dirigió hasta la ciudad, iba a su trabajo. Trataba de recordar que había sucedido la noche anterior, pero ni un solo recuerdo aparecía en su cabeza inundada de un dolor inmenso. Al bajar del Subte se fue primero hasta la farmacia a comprar unas aspirinas y luego entro a su trabajo. Era diseñador gráfico.
Fue una jornada de trabajo bastante movida, tenia varios diseños que terminar y entregar.
Alrededor de las cuatro de la tarde, fue hasta la maquina de café y se tomo uno. Volvió hasta su oficina y se arremango su camisa celeste. Fue entonces cuando en su brazo izquierdo noto unas marcas de pequeños puntitos, eran las marcas de alguna jeringa, o quizás varias. Seguía sin recordar nada.
Al salir del trabajo, notó que dos hombres con sobretodo y sombrero estaban esperando en la puerta. Lo esperaban a él. Comenzó a caminar, pero fue cuestión de segundos para que los dos hombres se pusieran a su lado. Escoltándolo.
— ¿Qué quieren? ¿Quiénes son? —Les preguntó y trato de zafarse, pero fue inútil.
—Señor, tiene que acompañarnos, es por su bien, lo siento— Y le pegaron muy fuerte en la cabeza. Todo se volvió muy oscuro.
Se despertó atado a una silla. Intentaba a cada momento desatar el nudo que lo tenía pegado a ella.
—Ya no intentes. Es el fin, nos equivocamos en vos. Nos equivocamos en serio, no hay más salida de esto que matarte flaco. —Le decían.
—No, por favor, no entiendo que pasa, no soy el que buscan, seguramente están equivocados.
—No. Sos vos al que buscábamos. No podes seguir dejándote ahí afuera matando a tanta gente. Los dueños de la panadería fueron y son las últimas personas que mataste. Ya no más. Nos equivocamos feo.
— ¿Elsa y Jorge?, ¿Qué yo los mate? —Decía mientras se desataba el nudo de aquella gruesa soga. Lo logro.
—Fue inútil. El suero no sirvió en tu cuerpo. No pensamos que iba a resultar tan hostilmente. —Levantó el arma y poso su dedo sobre el gatillo— Realmente lo siento.
Pero ya era tarde. Se había desatado y aquellos dos hombres estaban en peligro. Todo se volvió oscuro nuevamente.
Despertó en su casa nuevamente. Su cuerpo seguía adolorido y su mente sin recuerdos nuevamente.
Se preparo y salio hasta la panadería. Estaba cerrada y con una cinta de clausura y cinta policial. Le pareció raro. Tendría que irse al trabajo sin comer sus dos medialunas de desayuno. Pasó por la garita de diarios y compro uno. En la tapa se leía:

“Dos hombres fueron encontrados muertos en la habitación de un hotel. Se presume que el asesino aun sigue suelto y que podría estar vinculado con el asesinato de dueños de una pequeño panadería”

—Cada vez peor las cosas en este país. —Dijo y espero el Subte en la estación para ir nuevamente hasta su trabajo.