—Te amo, pero no puedo seguir esperándote mi
amor. —Le respondió.
—No me dejes.
Él estuvo
con ella por más de dos años, esperándola. Desde que la conoció toda su vida
cambió, hacia lo que sea por ella, podría pasar un huracán, pero él siempre la esperaría.
Ella lo veía
y se enamoraba cada vez más, le encantaba, pero no podía apurarse, todo a su
debido tiempo, todo a su debido tiempo.
—No voy a volver, no más. —Dijo él con lágrimas
en sus ojos.
—Todavia no, por
favor.
En la
cabeza de ella se pasaban todas las cosas que habían vivido juntos, él le
llevaba el desayuno, el almuerzo y la cena a la cama siempre, la amaba, la
mimaba, la hacia sentir única, realmente lo era. Le contaba sus días y lo mucho
que la extrañaba cuando no la veía, la enamoro con su forma de ser, hizo muchísimo
por ella y hoy la estaba dejando sola.
Todavia
recordaba aquella primera vez cuando lo escucho llegar, tan lindo, tan cortes y
tan tierno. Recordaba aquellas cosas que le decía al oído, que no la iba a
dejar jamás, que cuando todo esto pasase él seria su esposo y serian felices
por siempre, que no le gustaba esperar, que no iba a aceptar un no como
respuesta y que aunque tuviera que esperarla una eternidad, lo haría.
— ¡POR FAVOR, NO ME
DEJES!, ¡TODAVIA NO!
Por su
parte, él estaba cansado, había esperado demasiado, le dolía, pero no podía
seguir esperando algo de alguien que no obtuvo nada por más de dos años, dio
todo de si, hizo todo lo posible y por haber, y nada, nada de nada. Era hora de
darse por vencido, de decir basta, las cosas no iban a resultar, el tiempo
pasaba y él no podía dejarlo pasar y no hacer absolutamente nada con el maldito
tiempo, tic-tac-tic-tac-tic-tac, el tiempo corría cada vez más rápido, la vida
se pasaba volando.
Sin
embargo, y a pesar de perder mucho tiempo, nunca se iría a arrepentir de todo
el tiempo invertido en esa persona, en aquella casualidad, por que, sin dudas
fue una casualidad. Él se había curado de algo anterior, y justo en eso apareció
ella para darle vuelta su mundo, fue entonces cuando desde hace más de dos
años, quizás casi tres, él nunca se despego de ella.
Hace unos días,
un familiar de ella lo llamó y le dijo lo que sucedía, que la despidiera, que
ya no la volvería a ver, había pasado mucho tiempo y nadie, absolutamente nadie
obtenía una respuesta.
Con lágrimas
en sus ojos, y un gran dolor en su pecho, le tomo la mano y un segundo después
la abrazo muy fuerte.
—Te amo, pero no puedo seguir esperándote mi
amor. —Se acercó a su oído— Me hubiera encantado que me conocieras, espero que
me hayas escuchado al menos una vez.
Y sin más,
la dejó de abrazar y solamente tomo su mano.
—Todavia no. —Seguía diciendo ella, pero nadie la oía.
Justo
cuando aquel medico estaba por desconectar su respirador, ella despertó.
Lo miró con
una mirada llena de felicidad, y con pequeñas fuerzas dijo: Ya basta de
esperar.
Y ambos se conocieron.