Caía, caía y caía en lo profundo, no podía volar, ya no
tenia alas.
Desperté en una habitación, en ella se encontraba un pequeño
aparato encendido, le llamaban “Tele”. No me desespere y camine hacia la
puerta, la abrí y había un pasillo, muy largo y con varias puertas, supuse que
todas eran diferentes habitaciones como en la que me encontraba yo. Al final
del pasillo, me encontré con una anciana, de unos setenta años, me preguntó
como estaba, era increíble la paz que tenía esa señora en su interior. Le conteste
que estaba bien, que tenia un poco de dolor de cabeza, me dio una pastilla,
creo que se llamaba “Aspirina” o algo así, lo bueno es que eso termino con el
terrible dolor de cabeza que tenia.
Acto seguido, le pregunte que me había pasado, a penas y
recordaba lo sucedido. Me dijo que caí en su patio, con gran fuerza. Creyó que
estaba muerto, pero cuando se acerco, se dio cuenta de que no era así, solo
estaba inconsciente, me llevo hasta su casa, y me acomodo en una de sus
habitaciones.
“¿Muerto?, ¿Cómo iba a morir?, ¡Los ángeles no podemos
morir!” La anciana largo una carcajada, y dijo que el golpe si me había
afectado.
“Mis alas, ¿Acaso no ves mis alas?, ¡Los humanos no tienen
alas!” Se río nuevamente, y me dijo que vaya a acostarme, que parecía no estar bien.
Salí afuera bruscamente, en busca de libertad, de poder
volar, de volver a los cielos otra vez. Pero era inútil, en mi espalda ya no
estaban mis hermosas alas, ya no las tenía, no podía volar, no pude entenderlo.
Lo único que hice, fue arrodillarme, mirar hacia el cielo, y largarme a llorar.
En mi llanto, llego un pequeño pájaro y se poso en mi
hombro. “¿No lo entiendes?, ¿Fue muy fuerte el golpe?” Me dijo al oído. No
entendía nada de lo que pasaba, por esa razón le pedí una explicación. No tenia
mis alas, pero aun podía hablar con todo ser vivo, eso, al menos, me daba una
gran ventaja entre los humanos.
El pajarito, me explico y yo recordaba a penas, lo que había
sucedido.
Fui engañado, engañado por mi hermano. Yo solía ser un juez
allá arriba, pero no cualquier juez, un juez que tomaba grandes decisiones. Mi
hermano era culpable, y lo hice pasar por inocente. ¡Yo lo sabia!, ¡Sabia que
era culpable! Pero aun así, decidí hacer que nada paso. Pero por más que quiera
engañar al padre de todos los ángeles, no pude.
El pajarito, me dijo que ya no iba a poder hablar ni con el,
ni con nadie, ya no era un ángel. Era un simple humano.
Mi padre me condeno a estar en la tierra en resto de mi
vida, ¡Fui tan tonto!, ¡Tonto y bueno!
No entendía como iba a hacer para vivir en este lugar,
mirara donde mirara, había un humando cometiendo un pecado, y sin embargo, no
voy a poder vivir yo sin cometer uno de ellos.
Sigo siendo tan bueno y tonto, que van a engañarme aquí
también, van a engañarme una y otra vez, “No puedo evitar llorar, es la única
manera de descargarme, ahora solo soy un humano” Pensaba, mientras se me caían
un par de lágrimas.
Justo en ese momento la anciana toco mi hombro, y con una
sonrisa en su rostro me dijo: “Por un motivo o por otro, varios somos los que
hemos caído aquí, quizás por ser buenos y tontos, por crédulos, por desobedecer
ordenes, en fin, eso no importa. Te juro joven ángel, que no es una condena del
todo mala, existen humanos que son como nosotros, y es verdad, aquí no se puede
vivir sin cometer un solo pecado, pero hay humanos, que son como ángeles, que
están aquí sin alas, sin poder hablar con animales, sin armaduras de oro, o
cosas por el estilo, es verdad también, que existen ángeles malvados, o
demonios que viven en pecado constamente, que viven su vida como una basura.
Joven ángel, solo tienes un poder en la tierra, y es el poder de elegir el
camino correcto en este lugar.”
Y no se equivoco, con el tiempo fui entendiendo que la
tierra no es un lugar malo, ni tampoco bueno, que también existen ángeles y
demonios en ella.
Solo tienes que elegir el camino correcto.
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