Me acuerdo cuando deje todo atrás, no era por que yo lo
hubiera deseado, pero mi familia había tomado la decisión y todavía tenían la
posibilidad de hacerlo, ya que tenía diecisiete años. Si tan solo hubiera
tenido dieciocho, todo, absolutamente todo, hubiera sido de otra forma…
Recuerdo cuando Jesica me dijo que vaya a su casa después
del colegio, ya que ella salía un par de horas más temprano. Pensé que era para
una de las tantas veces que siempre nos veíamos, desde hacia ocho meses, como
la pareja que éramos. No había nadie que no supiera que Jesica era mía y de
nadie más.
Pero no, en sus ojos se notaba que no quería verme para
pasar la tarde juntos, pero tampoco se notaba que quería pelear o hacerme una
escena de celos como solía suceder. En sus ojos se notaba algo como… ¿Angustia?
No lo sé.
Llegue hasta la puerta de su casa, después de dos cansadoras
y totalmente aburridas horas de historia. Un pequeño dolor de cabeza, logro
ponerme fácilmente de mal humor, pero al verla a ella seguramente se me pasaría
todo. Salió a abrirme la puerta, todavía estaba con el uniforme del colegio.
Cuando entramos, me di cuenta que ella estaba sola en la
casa. Me dijo “Pasa, sentate en la mesa,
necesitamos hablar”, a penas escuche las ultimas dos palabras se me hizo un
nudo en la garganta, escuchar un “Tenemos que hablar” a los diecisiete, de la
boca de tu novia, no era nada agradable. Me senté y ella hizo lo mismo,
estábamos uno enfrente del otro.
Las palabras parecían no poderle escapar de su boca, no se
animaba, pero tenia que decírmelo de una vez por todas. “Que pasa Jesi?”, intente ayudarla, hasta que por fin logro sacarse
eso que tenia en el pecho. “Sabes que no
soy de dar vueltas, pero esto no es un tema nada fácil de tocar Matías, pero
prefiero decírtelo yo, antes de que te enteres por otro lado”, sus ojos se
llenaron de lágrimas.
Caminaba para la parada del colectivo, solo. Necesitaba
pensar, estaba confundido, mi mal humor se había ido, pero ahora, no sabía como
sentirme. Llegue a casa, y subí a mi cuarto, me puse mis auriculares y el CD
Reptilia de The Strokes, que escuchaba a veces para pensar. Por más alto que
hubiera puesto la música, en mi cabeza no paraban de sonarme las palabras de
Jesica, “Estoy embarazada Matías, estoy
embarazada Matías, estoy embarazada Matías, estoy embarazada Matías”, la
frase se repetía en mi cabeza, una y otra vez, hasta que sin darme cuenta me
quede dormido.
Me desperté al otro día, con la frase dando vueltas otra vez
por mi cabeza. Llame a Jesica para que venga a casa, sabia que no iba a poder
solo con mis viejos, no iba a poder contarles yo solo. Pasara lo que pasara,
estaba dispuesto a hacerme cargo de aquel pequeño bebe que había en la pancita
de mi novia, no sabia muy bien como, pero tenia la edad suficiente de hacerme
cargo de mis actos.
Después de comer y antes de que mis viejos se vayan a dormir
la siesta, les dije que Jesi y yo teníamos que hablar con ellos. Nos sentamos
en la mesa, por un lado estábamos mi novia y yo, y enfrente nuestro, mi mamá y
mi papá. Empezamos tocando el tema de las veces que habíamos estado juntos
íntimamente, ellos lo sabían, pero mis padres nos miraban ya de una forma…
¿Rara? Tampoco lo sé. Pero parecían saber lo que se venia. A mi mamá se le
llenaron los ojos de lágrimas y mi papá me miraba a mi y solamente a mi, pero
lo hacia con una mirada que mezclaba tristeza, felicidad y enojo.
Acompañe a Jesi hasta su casa y luego volví a la mía. Aun
que no parecía, el clima se notaba bastante tenso y ninguno de mis padres
volvió a dirigirme la palabra, hasta el día en que me fui.
Al otro día, tenía a la mamá de Jesi hablando con mis viejos
sobre lo que íbamos a hacer, ya que ella no aguanto y se lo contó todo esa
misma noche que la deje en su casa.
Ya no había un ambiente tenso en casa, sino que súper tenso.
Pero yo estaba más que decidido, iba a hacerme cargo de mi hijo, iba a amarlo
igual que amaba a su madre.
Lo que no sabia, es que a los dos días de que mis viejos
hablaron con la mamá de Jesi, yo estaría en el aeropuerto subiendo al avión que
me llevaría hasta Francia, allí seguiría con mis estudios y viviría con mi tío
Pablo un par de años, hasta que las cosas se calmaran un poco.
¿Y que hice? Nada. No podía hacer nada, era solo un
adolescente, no podía decidir por mi mismo.
Muchas veces, suelo imaginar a mi hijo y a Jesica.
Mi hijo, tiene hoy ocho años, y yo tengo ocho años de
pensamientos, de dibujos, de fotos imaginarias de aquel bebe que nunca conocí.
Preparo mis valijas y luego las desarmo, no puedo. ¿Qué
pensaría Jesica de un cobarde que la dejo sola con ese niño?
Sigo sin entender a mis padres en aquella tonta decisión,
sigo con el miedo a ser valiente para ir a ver a mis dos ángeles. . .