sábado, 17 de mayo de 2014

Invisible.

Detrás de cada mascara hay una cara, detrás de cada cara hay una persona, y detrás de cada persona hay una historia.
Federico tenia una mascara de piedra, o de cualquier material duro, pero que no llegaba a romperse, nadie veía su cara. Una mascara con la que tuvo que cargar desde que es pequeño y la cual se iba a romper en el último año de secundaria.
Desde que tiene memoria en el curso lo han tomado de punto, el que es usado para todas las bromas, el que es culpado de todo, ese es Federico. Aunque la mayor parte del día se la pase sentado en su banco sin hacer nada, sin molestar a nadie, él sabe que es el centro del aula, pero el centro de la burla, de las risas y los prejuicios. Solo calla y sonríe, solo calla y sonríe, como ha sido siempre. Se dibuja una falsa sonrisa en su cara en la que detrás hay miles de sentimientos que solo el conoce.
Su padre trabaja todo el día y vuelve cuando el ya se encuentra dormido, su madre vive a mil por horas, quizás lo escucha, pero no le presta atención. Si le prestaran la atención necesaria, creo que hasta todo el barrio sabría el por que llevaba aquel ojo morado la semana pasada, pero no es así, Federico es invisible. Sus notas eran buenas, su desempeño escolar mejor aun, siempre estaba dispuesto a hacer cualquier tarea que se le asignaba, ¿Quién pensaría que tendría problemas?, ese era el problema, nadie pensaba en el, nadie pensaba que se escondía detrás de aquella falsa sonrisa que llevaba todos los días.
Otro día y se levanta, con su ojo morado y todo, se vuelve a poner aquella mascara, aquella sonrisa poco convincente, prepara su mochila y vuelve con miedo hasta la escuela, quiere irse, sabe que a la salida le van a pegar de a cinco, por el solo hecho de divertirse, sabe que van a cargarlo por sus anteojos o quizás por solo hablar, por solo estar allí, sabe que todo eso va a pasar, sabe que todos los días van a ser iguales hasta que se termine la maldita secundaria, hasta terminar esa maldita escuela. Vuelve a su casa y se borra esa sonrisa, llenándose su cuarto de lágrimas y gritos que solo el escucha, piensa en vengarse, pero no es lo correcto, piensa en hablar con sus padres, pero sabe que como siempre, van a estar muy ocupados para escucharlo, sabe que es invisible.
Aquella mascara de piedra, esta empezando a tener pequeñas grietas, empieza a romperse, en su sonrisa se muestra tristeza, pero siguen sin verlo, nadie lo ve. Sus notas bajan, y cada vez tiene menos ganas de ir hasta la escuela, su cuerpo se encuentra molido y en su cabeza solo escucha los insultos de sus compañeros y sus risas, sus crueles risas. Lo único que piensa es en el tiempo, solo quiere que se pase rápido todo aquel infierno, y terminar con todo, no ver a ninguno de sus compañeros nunca.
Tiene miedo. Hablar con la directora no es una opción, si hace eso, las golpizas serán más fuertes y solo va a ser más rechazado que ahora. Tiene mucho miedo, esta confundido, no hace nada, pero las burlas se encuentran igual, es buena persona, él sabe que es buena persona, solo quiere que todo esto acabe.
Una tarde decide acabar con todo esto, decide acabar con su confusión, con su tristeza, se quita la mascara y muestra su cara, su historia es turbia, amarga y fea. No es una historia que quisiera contar. Toma la corbata de su uniforme y se encierra en su cuarto solo. Sus lágrimas, gritos y quejas que solo el escuchaba ya no se escuchan, los consejos que su padre nunca le dio y la atención que su madre nunca le presto, ahora están encerrados en aquella corbata mal anudada como para usarse.
Él solo escucha las risas, las palabras y los golpes de sus compañeros que le duelen como la primera vez.
Es cuestión de un salto, y de un momento a otro, todo se vuelve oscuro y nada más se escucha. Federico era invisible de todas formas.