Yo estaba tirado en el sillón que teníamos fuera de la casa,
mirando como se pasaba un lindo día de verano en Rafael calzada en el mes de
diciembre, uno de esos días en donde no hace ni un calor para morirse, ni uno
de esos días donde hace frío como para congelarse, un día donde no sucede nada
y de vez en cuando una brisa pasa para volarnos los pelos de la cara y
refrescarnos unos cinco minutos.
Contemplaba como se pasaba el día, la tarde, los jóvenes que
salían de las escuelas, las parejas que salían a tomar un helado, las familias
con sus hijos tomados de la mano, era una tarde espectacular, una de esas donde
la paz reina absolutamente cada rincón hacia donde miraras.
Me encontraba leyendo Misery de Stephen King, cuando un
hombre bien vestido, de traje, toco el timbre de casa. Me levanté, dejando el
libro en el sillón y fui hasta la puerta a atenderlo.
—Si, ¿Qué es lo que desea? —. Pregunté.
—Señor Creed, ¿Verdad? —. Me respondió el señor de traje.
—Si, soy yo. ¿Sucede algo?, ¿Hice algo fuera de la ley? —. Dije
dirigiéndole una sonrisa, ya que nunca hice nada malo en la vida.
—No necesariamente, pero es hora de irnos, vamos, acompáñeme.
— ¿Adonde? —. Pregunte una vez más.
—Vamos señor Creed, deje de hacer tantas preguntas y vámonos—.
Dijo sonriéndome.
Cerré bien la casa y me fui con aquel hombre. Caminamos a lo
largo de San Martín y luego doblamos por 20 de Septiembre, hacia el centro.
Quizá intente burlarme de él cuando fue a buscarme, pero eso no importa ahora,
de todas formas ambos sabíamos que es lo que sucedería. Era imposible burlarme
de él.
Caminamos por todo 20 de Septiembre, charlando. Aquel hombre
de traje, tenia una apariencia de hombre frío, de no hablar con nadie, pero no
era así, era un hombre agradable, de esas personas que nunca dejan que haya un
silencio en alguna conversación, una de esas personas que siempre tenían un
tema de conversación para sacar en cualquier momento. A pesar de que su trabajo
no fuera el mejor, parecía ponerle la mejor buena onda a la hora de hacerlo, y
trataba de llevarse bien con las personas a las que solía visitar.
Llegamos hasta la calle Rafael calzada y caminamos hasta
Falucho, todo el tiempo charlando, tranquilos, sin apuros. Hablábamos del
hermoso día, del hermoso clima, todo parecía hermoso ese día, todo era absolutamente
hermoso.
Caminamos por Falucho hasta llegar al viejo cementerio de
Rafael Calzada.
—Al fin hemos llegado, de todas formas el camino se hizo rápido
charlando con usted Sr. Creed—. Me dijo sonriente otra vez
—Si, al fin hemos llegado, pero… ¿No crees que pueda quedarme
unos años más aquí? —. Le pregunté
—Sr. Creed, sabe como son las reglas, además, he tardado
bastante en venir a buscarlo, hice bastante tiempo para usted, no me haga más
difícil esto—. Me dijo apaciblemente.
—Tienes razón, discúlpame.
Entramos en el cementerio, recorrimos pasillos hasta llegar
a una hermosa tumba nueva que tenia inscripto: “Cristian Creed, 1912 – 2010” .
—Cien años es mucho tiempo Cristian, ¿No lo crees? —. Me dijo
—¡Y cuanto tiempo!, pensar que tendrías que haber llegado hace
dos años, y me los has dejado, por un momento pensé que te habías olvidado de
mi y viviría para siempre, que quizás tenia más tiempo a mi favor, pero me equivoque. 2013 fue un buen año de
todas formas, exceptuando tú visita—. Le dije y reí.
Fue entonce cuando me dijo que cerrara los ojos, y lo hice. Fue
entonces cuando desperté de un largo sueño, y la noche ya había caído sobre la
ciudad, entonces, entendí, que aquel hombre de traje no estaba lejos de venir a
verme.
2013 no se encontraba tan lejos, solo faltaba un año y
ese sueño no solo fue por que si, no solo fue un sueño.
Continúe leyendo Misery, y pensaba, mientras sonreía, que
gracias a aquel hombre de traje (El cual nunca supe como se llamaba, pero por
aquí he escuchado decir que le dicen “Muerte”), me había dado un año de más, un
año más para vivir…