Aquel día desperté en el laboratorio de la calle Hipólito
Bouchard, mi trabajo. Eran las dos de la tarde, mi turno acababa a las seis, me
había quedado dormido.
Me despertó el escuchar una alarma cerca de mi oficina,
camine por el pasillo, para ir hasta donde se escuchaba, quería saber que
sucedía.
Mientras caminaba por el pasillo, varios compañeros salieron
corriendo por el hasta la salida, parecía que algo bastante grave estaba
sucediendo, yo seguía caminando, realmente quería saber que sucedió. Si no me
hubiera dormido en mi horario de trabajo, seguramente ya estaría al tanto de
todo, pero no había tiempo de echarse la culpa.
Justo cuando llegue a la oficina donde se originaba el
sonido de la alarma, un compañero salio y grito “Tenemos que salir, se están moviendo,
mordieron al doctor, no va a pasar mucho tiempo para que comiencen a caminar”
No me importo, entre en la oficina, bueno, más que una
oficina era como uno de esos cuartos que tienen los laboratorios para hacer sus
pruebas y demás. Dentro, el Dr. Giammattei tirado en el suelo, con su
guardapolvo lleno de sangre que provenía de su cuello. Me acerque para intentar
ayudarlo, pero era inútil, no había forma, haga lo que haga, Giammattei,
moriría. Abrió sus ojos, me miro y me dijo “El maletín, el maletín, llévatelo,
tenes que salir de acá, llevalo lejos, a Constitución, busca al Dr. Carter y
decile que fabrique más vacunas como la que hay dentro, es la única forma de
que no se siga expandiendo, decile que el virus ya esta entre nosotros, tenes
que salir…” Sus ojos se cerraron, Giammattei ya no existía. Agarre el maletín y
estaba a punto de irme, cuando voltee, el cuerpo del Dr. Giammattei, estaba
frente mío, pero sus ojos no eran los mismos que antes de cerrarse, eran
blancos, completamente blancos, era como si hubiera perdido su color
celeste/azul, exceptuando sus pupilas, que eran totalmente negras. Se balanceo
sobre mí con sus dos brazos intentando agarrarme y posar su boca en mi cuello,
pero lo empuje, cayó al suelo, salí por la puerta hacia el pasillo que conduce
a la salida, y me quede allí mirando que sucedía en aquel cuarto. El cuerpo del
Dr. se levanto nuevamente, y detrás de el venían dos personas con iguales
síntomas a paso muy lento. No dude un segundo y salí a correr por el pasillo.
Salí desesperado con el maletín a la calle Bouchard, lo que
estaba pasando era raro, debía ir rápido hasta Constitución y buscar a Carter,
pero no pensaba ir con la ropa de trabajo, por eso decidí ir primero a casa a
cambiarme, para eso debía ir hasta la calle Entre ríos, dos cuadras de mi
trabajo. Fui lo más rápido posible.
Llegue hasta casa, me cambie y salí aun más rápido para ir
hasta la estación de trenes de Rafael Calzada.
Camine hasta llegar a la Av. Jorge , de ahí, debía
hacer seis cuadras hasta llegar a 20 de Septiembre, y unas cuatro para llegar a
la Av. San
martín, unas diez cuadras en total. Luego, serian unas cuatro cuadras más para
llegar a la estación de trenes. En total, para llegar a destino, serian nada
más que catorce cuadras. Por un momento pensé que seria fácil, no era mucha
distancia, pero a medida que iba cursando cuadra por cuadra, la situación se
volvía cada vez más difícil.
Hasta la calle Rafael Altamira, todo parecía normal, el
virus no había llegado hasta allí todavía, o eso creí. Fue en esa calle que me
cruce a Marcos, el único que pasaba por allí, con gran desesperación me dijo
casi gritando “Tenemos que irnos, vos, yo, no hay tiempo, nos van a agarrar,
tenemos que irnos lejos”, trate de calmarlo, diciéndole que tenia que ir hasta
la estación, que en Constitución no habrían llegado, y para cuando lleguemos
nos habrían vacunado y seriamos inmunes al virus que anduviese en la ciudad.
Acepto acompañarme hasta 20 de Septiembre y de allí pasar
por las aproximadamente ocho cuadras si no me equivoco hasta la estación. Según
Marcos, el virus ya estaba en casi toda la ciudad y en las ocho cuadras que nos
deparaban, habría oportunidad de cruzarnos con los infectados.
Llegamos hasta San Martín, con un par caños de fierro,
volándole las cabezas a esas cosas tal y como se mostraban en las películas
sobre zombis, pero cada vez venían más y más, éramos dos contra un ejército de
muertos vivientes, fue entonces que desde San Martín decidimos correr por todo
20 de Septiembre.
Corrimos por todo 20 de Septiembre hasta llegar a la
estación de trenes, pensando que podíamos escapar de aquel infierno, pero no
fue así, las cosas empeoraron…